Día del Señor

Pbro. Ernesto María Caro

Con la resurrección de Cristo, vértice de toda la obra de salvación de Dios, el “dies Domini” (día del Señor) se convierte en el “dies Christi” (día de Cristo) y con ello la celebración eucarística se convierte en el centro de la vida cristiana como lo muestra unánimemente el testimonio de los escritos del Nuevo Testamento. Es a la luz del evento pascual de Cristo como es posible entender el significado y profundidad de la celebración cristiana del “Primer día de la semana”. Ya desde el principio de la iglesia, el primer día de la semana fue identificado como “el día del Señor”, día en que se reunía toda la comunidad para celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte. Para los primeros cristianos, el domingo no era un día diferente del de los demás, ya que tenían que trabajar, lo que los obligaba a reunirse muy de madrugada para la celebración. De esta manera deja de celebrarse el “séptimo día” para celebrarse el “primer día de la semana”, día de la “recreación” del orden cósmico, ya que Cristo, de acuerdo a la carta a los Colosenses, es “el primero en resucitar para así ser el primero en todo”. Por eso dice el Papa: “El domingo es pues el día en el cual, más que en ningún otro, el cristiano está llamado a recordar la salvación que, ofrecida en el bautismo, le hace hombre nuevo en Cristo. “Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos” (Col 2, 12; cf. Rm 6, 4-6)” DD25

El día de la luz

Con una profunda intuición pastoral, la Iglesia cristianizó el primer día de la semana, llamado “del sol” (nombre que aún permanece en algunas lenguas - Sunday - Zondag - Sonntag) en todo el imperio romano, dándole el significado de “luz”, por ser Cristo “la luz del mundo” (Lc 1, 78-79; 2, 32). Es también el día del fuego y del Espíritu, pues de acuerdo al Pentecostés Joánico, el día de la resurrección, la Iglesia, representada en los apóstoles, recibió el Espíritu (Jn 20, 19-22); es el día de la fe, en la que Jesús declara: “dichosos los que sin ver han creído” (Jn 20, 29); es el día del testimonio del que reconoce a Jesús como Señor y lo proclama como los apóstoles en el domingo de Pentecostés (Act. 2, 14-42). “Se comprende así por qué, incluso en el contexto de las dificultades de nuestro tiempo, la identidad de este día debe ser salvaguardada y sobre todo vivida profundamente […] Los problemas que en nuestro tiempo pueden hacer más difícil la práctica del precepto dominical encuentran una Iglesia sensible y maternalmente atenta a las condiciones de cada uno de sus hijos […] A las puertas del tercer Milenio, la celebración del domingo cristiano, por los significados que evoca y las dimensiones que implica en relación con los fundamentos mismos de la fe, continúa siendo un elemento característico de la identidad cristiana”. DD 30

Día de la esperanza cristiana

Si el domingo es el día de la fe, no es menos el día de la esperanza cristiana. Ya que la participación en la “Cena del Señor” es anticipación del banquete que celebraremos eternamente en el cielo. Por otro lado, al celebrar el memorial de Cristo, que resucitó y ascendió al cielo, la comunidad cristiana está a la espera de la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. Es por ello, finaliza el Papa, que “vivida y alimentada con este intenso ritmo semanal, la esperanza cristiana es fermento y luz de la esperanza humana misma. Por este motivo, en la oración universal se recuerdan no sólo las necesidades de la comunidad cristiana, sino las de toda la humanidad; la Iglesia, reunida para la celebración de la Eucaristía, atestigua así al mundo que hace suyos el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos”. DD 38

Eucaristía dominical

Aunque el domingo es el día de la resurrección, no es sólo el recuerdo de un acontecimiento pasado, sino que es celebración de la presencia viva del Resucitado en medio de los suyos. Por ello la celebración Eucarística, desde el principio de la cristiandad, se ha puesto al centro de la vida eclesial, ya que ésta la modela y la nutre. Es precisamente en la misa dominical donde los cristianos reviven de manera particularmente intensa la experiencia que tuvieron los Apóstoles la tarde de Pascua, cuando el Resucitado se les manifestó estando reunidos (cf. Jn 20, 19). La Eucaristía dominical por su naturaleza, es una epifanía de la Iglesia, que tiene su momento más significativo cuando la comunidad diocesana se reúne en oración con su propio Pastor el cual, en comunión con el Obispo y el Papa son signo de la gran comunión eclesial, por ello es también “el día de la Iglesia”. De manera que “la asamblea dominical es un lugar privilegiado de unidad. En ella se celebra el sacramentum unitatis que caracteriza profundamente a la Iglesia, pueblo reunido “por” y “en” la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En dicha asamblea las familias cristianas viven una de las manifestaciones más cualificadas de su identidad y de su “ministerio” de “iglesias domésticas”, cuando los padres participan con sus hijos en la única mesa de la Palabra y del Pan de vida”. DD 36