Bautismo

Pbro. Ernesto María Caro

La vida cristiana se inicia en el Bautismo ya que es el sacramento que nos abre las puertas de la gracia y de la Iglesia (cf. CIC 1213). Para entender las gracias que nos da el bautismo, en el cual nos hacemos sus hijos, se nos perdonan nuestros pecados, nos hacemos parte de la Iglesia y hermanos unos de otros, al recibir el Espíritu Santo, la Iglesia se vale de signos sensibles, los cuales, como sabemos, realizan lo que significan. El signo esencial del Bautismo es el AGUA, signo de vida, de muerte y de la salvación operada en cada uno de los bautizados. Ya desde el AT Dios nos había ilustrado este signo. En el libro del Génesis (Gen 6,17), vemos cómo el agua del Diluvio "purificó" al mundo. En sus aguas quedó sepultado todo aquello que rechazaba a Dios, es decir: el pecado. En este relato Dios invita a la salvación a todos. Por medio del Arca, solo aquellos que aceptaron la invitación fueron salvados. Hoy en día, Dios continua haciendo esta misma invitación, para que por medio del bautismo, entremos en el Arca de la Salvación, que es la Iglesia, y con ello alcancemos la salvación ofrecida. De esta manera, el agua es signo de purificación y de muerte. "La Iglesia ha visto en el arca de Noé una prefiguración de la salvación por el bautismo. En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvados a través del agua" (1 P 3, 20)" CIC 1219.

El agua del bautismo es también signo de liberación. En el libro del éxodo (Ex 14,21-22), podemos ver que fue mediante el agua del Mar Rojo, como Dios liberó definitivamente a Israel de los Egipcios. Dios abrió un camino en medio del mar y de esta manera rescató a su pueblo, y cuando se cerró el mar, sepultó a todos sus enemigos. De igual manera, el "agua bautismal", sepulta al pecado que nos esclaviza, que nos lleva a apartarnos de Dios y nos trae la infelicidad y la muerte definitiva como lo dicho San Pablo (cf. Rm 6,23). Al ser bautizados, somos liberados del poder del pecado y del demonio para vivir en la libertad de los Hijos de Dios (cf. Rm 8,21; Gal 3,26; Ef. 1,5; Rm 6,4; Col 2,12-13). Por ello nuestro bautismo tiene también un carácter liberador. "Sobre todo el paso del mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo". CIC 1221.

Uno de los conceptos básicos del Bautismo es de Alianza. Es por medio de este sacramento como se establece una alianza entre Dios y cada uno de nosotros; es por medio de ella que pasamos a ser FAMILIA de Dios, como lo dice el apóstol San Pablo (Gal 3,27; 4,5; Ef. 1,5). Ya en el Antiguo Testamento se había prefigurado esta alianza en el signo de la circuncisión; ahora la marca que nos une a la familia no es en nuestra carne sino en nuestro corazón. En esta primera alianza Dios se establece como El único Dios del Pueblo diciendo: "Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo". En el Bautismo se inicia una relación filial de manera que ahora, es El nuestro Padre y nosotros somos sus hijos. Como toda alianza requiere de una serie de compromisos, Dios se compromete a estar presente en toda nuestra vida y el hombre se compromete a amarlo con todo el corazón, con todas sus fuerzas y con toda su alma, y a amar a su prójimo como a sí mismo. El cumplimiento de estas normas, hacen que la alianza se fortalezca, crezca y lleve a la perfección a aquellos que participan de ella. "La Circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento, es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley y de su consagración al culto de Israel en el que participará durante toda su vida. Este signo prefigura "la circuncisión en Cristo" que es el Bautismo". CIC 527.

El elemento central y fundamental del bautismo es el Espíritu Santo, quien a partir de ese momento empieza a vivir en nosotros como en un templo. Su acción es trascendente y transformante, pues nos convierte de creaturas en Hijos de Dios, nos perdona todos los pecados, nos hace hermanos de todos los bautizados (por la filiación divina, no sólo por la naturaleza humana), y nos introduce en la Iglesia. A partir de ese momento la vida divina comienza a correr por nosotros de la misma manera que la sabia corre por la vid, pues por el bautismo hemos sido injertados en Cristo. Somos desde ese momento CREATURAS NUEVAS renacidas del agua y del Espíritu. "Mediante el Bautismo, primer sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia: "El Bautismo nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo". San Irinéo" CIC 683 ver también CIC 1213.

Antes de continuar viendo el rito del bautismo y todos sus elementos simbólicos, tomemos un momento para redescubrir uno de los elementos importantes del Bautismo y que es EL PADRINO o los padrinos. Su historia se remonta a las primeras comunidades cristianas ya que en la medida en que la comunidad crecía, fue instituyendo medios para que los no creyentes fueran pasando a formar parte de la familia de Dios. Así se instituyó el Catecumenado y con él aparecieron los Padrinos. En sí, el Catecumenado era un período de dos o tres años en el que el aspirante a formar parte de la familia de Dios era instruido por un padrino (padre en la fe). Este padrino era parte muy importante en la vida del "catecúmeno" o aspirante al Bautismo, pues él era el responsable de la instrucción del catecúmeno, (así se llamaba el aspirante al bautismo). De manera que si alguno no tenía padrino, no podía ser admitido en la comunidad pues no tendría quién le enseñara a vivir como cristiano, ya que lo importante era la Vida en Cristo, más que el rito que la iniciaba. Para los cristianos, pues, era algo natural descubrir que el cristianismo era un estilo de vida, más que una doctrina, por lo que el padrino, al igual que Jesús, debía formar al nuevo cristiano, recordando lo que el mismo Maestro les había dicho: "Enséñenles a cumplir TODO lo que yo les he mandado" (Mt.28,20)."Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial (officium). Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo". CIC 1255.

En la primera comunidad cuando eran bautizados los niños pequeños, eran los padres y padrinos los que, a nombre del niño, se comprometían a enseñarle, llegado el momento, la manera de vivir la fe que ellos mismos profesaban. Dada la frescura del evangelio en las primeras comunidades, y la institución del Catecumenado, los papás y padrinos de aquel tiempo eran personas maduras en el amor a Jesús y a su Iglesia, que habían entendido con claridad que el cristianismo es ante todo un estilo de vida centrado en el evangelio, por lo que la Iglesia les confiaba plenamente la educación de los pequeños, sabiendo que los harían hombres y mujeres de Iglesia, enamorados de Dios. Así, durante muchos años, la comunidad de cristianos aprendió a relacionarse de manera íntima con Dios, lo que les trajo la plena felicidad, la paz y la alegría de los Hijos de Dios. De ahí la urgencia de la Nueva Evangelización propuesta por el Papa, a fin de que tanto los papás como los padrinos retomen su papel activo en la evangelización de los niños. "El Bautismo es el sacramento de la fe. Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Que pides a la Iglesia de Dios?" Y él responde: "¡La fe!"". CIC 1253.

La relación espiritual que se establece entre los padrinos y el (la) ahijado(a) es tal, que en un dado caso incluso impide el matrimonio entre ellos. Es realmente un hijo en la fe. Desafortunadamente hoy en día los padres no buscan un padrino o una madrina para su hijo, sino en realidad están buscando un "compadre" lo cual crea una relación superficial con el ahijado. Es una obligación grave para los padres, el buscar un padrino o una madrina que sean auténticos cristianos (al menos que estén viviendo en gracia), de manera que puedan ser ejemplo para el ahijado, es por tal motivo una elección que no se debería de hacer a la ligera, sino como fruto de una profunda meditación y selección. El padrino, en la actualidad debe, como en la antigüedad, velar por la santidad de su ahijado. Esto implica acompañarlo en su proceso de evangelización, orar con y por él. Debe ir confirmando los progresos en la fe y orientarlo a una vida profundamente evangélica. El CIC invita, incluso a que no se tengan tantos padrinos. El padrino de Bautismo, como en la antigüedad, debería ser el que lo acompañe en los demás sacramentos de la Iniciación cristiana (Eucaristía y Confirmación). Esto le devuelve el sentido primigenio al Padrinazgo y lo hace verdaderamente útil."Para la Confirmación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el Bautismo, a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos". CIC 1311.

El bautismo por ser el primer sacramento y el que nos introduce en la vida de Dios, está particularmente lleno de signos. Veremos solo otros tres (ya que ya vimos el del agua), que quizás son los que dan más sentido y explican lo que sucede por medio de la gracia en el bautizado. Uno de los signos más antiguos en el rito de la Iniciación Cristiana es la Unción pre-bautismal. En la antigüedad, cuando el candidato era presentado y admitido por la comunidad para su preparación a la Iniciación Cristiana, principalmente por el Obispo, éste era ungido en repetidas ocasiones (hasta tres veces durante su largo proceso de instrucción que podría durar hasta tres o más años) con un aceite que se vino a llamar: "de los catecúmenos" por ser aplicado a los que estaban en proceso de conversión. Este óleo daba la fuerza al catecúmeno para perseverar en su propósito, y era un reconocimiento de la aceptación por parte de la Iglesia en su proceso de conversión y admisión a la familia de Dios. Significa, la "protección contra las insidias del demonio y el pecado", que Dios da a quien camina hacia la vida de unión con él, por medio de la misma Iglesia". "La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y fortaleza" CIC 1294.

Otro de los signos sacramentales del Bautismo es el "óleo del Crisma". Este aceite bendito, al Igual que el óleo de los Catecúmenos y el que se usa para la Unción de los Enfermos, es consagrado por el Obispo el Jueves Santo. Significa el don del Espíritu Santo el cual marca indeleblemente (es decir IMBORRABLE) el alma del bautizado, y que lo distingue hora como hijo de Dios. A esta "marca" realizada en el alma del cristiano se le conoce como "CARACTER". En la antigüedad con este mismo aceite se ungía a los sacerdotes, profetas y reyes, y era el signo de consagración a Dios. Cristo en su persona, asumió esta triple dignidad, por ello, dado que el cristiano se configura a Cristo, la unción nos recuerda que somos con Cristo, Sacerdotes por lo que debemos ofrecer nuestros cuerpos como una oblación agradable a Dios. Además por esta dimensión sacerdotal del cristiano que, junto con el sacerdote ministerial, ofrecemos cada domingo el culto agradable al Padre: La Eucaristía; como Profetas, nos recordará que tenemos un compromiso con la Palabra de Dios, ya que debemos de anunciarla y al mismo tiempo denunciar todo aquello que se oponga a la extensión del Reino de la misma manera que lo hicieron los profetas de Dios; finalmente, nos recuerda, que al ser ungidos como reyes, adoptamos la personalidad del nuestro Rey, que no vino a ser servido sino a Servir, por lo que nos compromete a tomar parte activa en la conducción de la Iglesia, cooperando en todo con nuestros pastores. "La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey" CIC 1241.

El último de los signos de que veremos del sacramento del Bautismo es el de la luz. Este signo es importante dentro del sacramento pues le recuerda al bautizado, y de manera particular a los papás y padrinos que, su hijo y ahijado ha sido iluminado por Cristo. Sin embargo, esa luz que ha recibido en su corazón debe mantenerse y crecer. Esta es la invitación concreta a cumplir con su obligación de instruir en la vida cristiana al recién bautizado. La luz de Dios crecerá en él en la medida en que papás y padrinos, vayan iluminando su mente y su corazón con la doctrina del Evangelio y con la vivencia diaria del amor. Sobre todo, en la medida en que oren con y por él. La luz del Espíritu se aviva en la oración por lo que es necesario enseñar no solo a rezar sino a tener una comunicación íntima y frecuente con Dios mediante la oración cotidiana. Si muchos de los cristianos viven en la oscuridad es porque han dejado apagar la luz del Espíritu por falta de oración. ""Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado...". Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1, 9), el bautizado, "tras haber sido iluminado" (Heb. 10, 32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Tes. 5, 5), y en "luz" el mismo (Ef. 5, 8)" CIC 1216.

Jesucristo, nos ha llamado a ser parte de su familia, y por eso Pablo nos dice que podemos llamar justamente a Dios Padre, pues en realidad somos sus hijos. Esta fue la gran revelación de Jesucristo, que nuestro Dios es en realidad un PADRE, UN AMOROSO Y TIERNO PADRE, que nos llama a vivir en comunión con él en su familia divina (Mt.6,9-15; Rm.8,14-17). Esta es la realidad del cristiano: ser parte importante de la familia de Dios. Esta incorporación o adopción se realiza, como ya lo vimos, por medio del sacramento del bautismo. Ahora bien, como en todas las familias, existen derechos y obligaciones los cuales varían en cada uno de los miembros, dependiendo de su rol dentro de la misma, (padre, hijo, esposo, etc.). Jesús, con su vida y con sus palabras, nos reveló lo que significa ser hijo de Dios, lo que implica ser familia de Dios, pero también nos mostró lo que esto requiere de parte de nosotros como hijos. Esto lo podemos traducir en: vivir la nueva ley, la ley del amor y tomar parte de la nueva Alianza sellada con su sangre, mediante el bautismo. Es decir, así como con la circuncisión, el "NO PUEBLO", empezaba a ser PUEBLO, así por el bautismo, pasamos de ser "EXTRAÑOS" a "HIJOS", pero así también, como por medio de la circuncisión se adquirían ciertas responsabilidades para con Dios y para con los semejantes, de la misma manera, por medio del Bautismo, adquirimos también ciertos compromisos para con Dios y con el prójimo.