La adivinación

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Padre, he oído decir que hay personas que tiene la habilidad de saber lo que va a pasar en el futuro como por ejemplo están las personas que leen cartas, el café, la mano. Mi pregunta es si esto es bueno o es malo, si esto es o no cosa del demonio. ¿Podría darme usted un consejo a seguir para tratar de eliminar o bien cómo controlar ese tipo de situaciones que inconscientemente se dan?

Respuesta:

Mi querida amiga, lo primero que quiero decirte es que tanto la lectura de las cartas, del café, como de la mano, no son cosas que se le dan a las personas. Estas actividades son, o superchería, inventada por las personas que encuentran en esto su “modus vivendi” a costillas de las personas supersticiosas y faltas de fe, que con tal de encontrar remedio para sus males las visitan y son explotadas por ellas; o bien son personas que han estado metidas en el ocultismo y que en realidad reciben del demonio determinadas facultades para apartar de la fe y de Dios a los cristianos supersticiosos.

La palabra de Dios es clara en este concepto pues ya desde el Antiguo Testamento el Señor nos dice: “No haya entre ustedes quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o hechicero, o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los muertos. Porque cualquiera que hace estas cosas es abominable al Señor”. (Dt 18, 10-12). Dios ha querido que toda nuestra vida dependa de él; que el futuro se construya con su ayuda y el trabajo del hombre; que el hombre viva por la fe.

Sin embargo, el hombre siempre busca tener seguridad en todo lo que hace y conocer lo que desconoce, lo que lo ha llevado a buscar el conocimiento al margen de Dios, su Señor. De ello se ha valido el demonio quien, viviendo fuera del tiempo puede intuir o conocer parcialmente el futuro y está dispuesto a revelárselo a quien lo desee a cambio de su felicidad en la tierra si fuera posible aun en el cielo.

El pasaje de las tentaciones de Jesús nos muestra hasta dónde es capaz de ofrecer el demonio con tal de que se le sirva, pues al mismo Hijo de Dios le dice: “Yo te daré todas las riquezas del mundo si te postras y me adoras” (Mt 4, 9).

Debemos, por lo tanto, alejarnos de todas estas personas, pues o son unos mentirosos que sólo buscarán sacar provecho económico de nosotros, o verdaderamente nos “ayudarán” pero a cambio de nuestra vida, de nuestra salud, la de nuestros seres queridos (pues el demonio no respeta nada ni a nadie), o incluso de nuestra misma salvación.

Al acudir a un brujo, curandero, agorero, lector de cartas o de la mano, lo que hacemos es fracturar la fe y darle oportunidad a Satanás de obrar en nosotros de forma directa y no sólo a través de la tentación.

Por lo tanto, como ves, no es algo que se dé en el hombre ni que sea algo querido por Dios. El cristiano, confía en el Señor, y busca su voluntad en el amor, en su palabra, en la fe.
El catecismo de la iglesia nos dice:

“Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo - aunque sea para procurar la salud -, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo” (CIC. 2117).

Ten cuidado con todo esto ya que puede dañar seriamente tu alma e incluso tu cuerpo. Deja el futuro en las manos de Dios, vive tu presente con alegría sabiendo que Dios nuestro Señor camina con nosotros y que el manto amoroso de María Santísima nos cubre. Por más negro que se vea el camino, la fe te servirá de guía.