Angel de la paz que visita hogares

Pbro. Ernesto María Caro

Recientemente se ha venido promoviendo la idea de que un ángel está visitando las casas. Este ángel se pretende fue enviado por su Santidad Juan Pablo II y se le llama el ángel de la paz.
Esto es totalmente falso. Cierto que los cristianos creemos firmemente en la existencia de los ángeles (CIC 328), los cuales son seres espirituales que asisten y glorifican continuamente a Dios, quien en su infinita misericordia ha querido que estos seres espirituales también nos acompañen y asistan en nuestra vida cotidiana (CIC 334). A estos ángeles llamamos ángeles de la guarda. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: «Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida». Desde esta tierra la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
En ocasiones especiales, Dios se vale de ellos para acontecimientos especiales, como es el caso de la Anunciación (Lc 1, 26-38), para curar o proteger a los hombres (Génesis; Tobías, Apocalipsis). Así, pues, sabemos que los ángeles de Dios nos ayudan, protegen y acompañan siempre.
Pero, ante creencias como la que comentamos al inicio se crean falsas expectativas y errores en la fe. Se han ido promoviendo incluso diferentes oraciones con las que se pretende enviar al ángel de una casa a otra y no puede ser recibido si no es previamente enviado por alguien. Esto, además, crea enemistades, pues las personas se molestan al saber que el ángel fue enviado a una casa, pero no a la de ellos. Este tipo de creencias e información nos alejan de Dios y se nutren de la ignorancia y de la mentira, la verdad hace libre al hombre, pero la mentira nos esclaviza al que es padre de la mentira desde el principio.
Por ello, les suplico no continuar promoviendo esta idea que es totalmente falsa. Vivamos con la paz que nos da el vivir en gracia. Busquemos que nuestra vida sea el instrumento por el cual Dios va construyendo la paz en nuestro mundo mediante la paz que crece en nuestro corazón cuando oramos y cuando dejamos a Dios obrar con libertad en nuestra vida.