Niños sin bautizar

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Padre Ernesto, quería consultarles acerca de un tema que no deja de dar vueltas en mi cabeza. Espero me pueda ayudar. Hace unos días murió mi sobrinita de sólo 23 días. Ella nació prematura y tuvo complicaciones de último momento y bueno, pasó lo que Dios dispuso. El grave problema es que con todo el dolor del alma, no fue bautizada. Necesito saber qué pasa ahora, la disposición de su bautismo estaba en todos desde sus padres a sus tíos, pero nos ganó el tiempo. Yo leí en el catecismo de la iglesia que quedan librados a la infinita misericordia de nuestro Padre, pero igual, necesito unas palabras de aliento porque me tiene muy mal este tema. Muchas gracias.

Respuesta:

Una pregunta que se hicieron nuestros padres, fue precisamente esta: ¿Se salvan o qué pasa con los niños que mueren sin haber recibido el bautismo, por lo tanto con el pecado original?

Esta pregunta llevó a nuestros predecesores, ante tal premisa y dado que la teología no había progresado lo que hoy, a creer que existía un lugar al que iban a parar los niños sin bautismo, ya que como tienen el pecado original no podrían entrar al Cielo. Sin embargo, como no tienen pecados personales, entonces no pueden ir al infierno. Esto dio como resultado la invención de un lugar que se llamó limbo, el cual sería un lugar sin pena ni gloria, destinado para los infantes sin bautismo.

Hoy la teología nos aporta algunos datos muy importantes y que han llevado a la iglesia a comprender mejor el misterio de Dios así como del hombre y su fin último.

Lo más importante que hemos redescubierto es que Dios es amor. Es tal este amor que en un impulso de amor nos creó, y nos creó, como dice San Pablo, con el proyecto de que viviéramos siempre con Él (1Tim 2, 4). Por otro lado, San Pablo nos aclara en la carta a los Romanos que cada uno va a ser juzgado conforme a lo que conoció de la ley. Se refiere a los paganos y a los judíos, siendo un juicio más riguroso para los que conociendo la ley (manifestación de la voluntad de Dios) y no se apegaron a ella, que para quienes, sin culpa, no la conocieron y por ello no se adhirieron a ella (leer Rm 1-3).

Sobre esto, el Concilio Vaticano II expresa en el documento «Ad Gentes» que «quienes sin culpa, no conocieron el evangelio, también alcanzarán misericordia de Dios». Con lo que abre la posibilidad de salvación a todos los seres humanos. Otro documento nos dice, además, que no sólo existe el bautismo de agua, sino también el bautismo de sangre y el de deseo. Así, Dios puede encontrar diversas formas para llevar a la salvación al hombre ya redimido por Cristo (CIC. 1258). En otra parte nos dice:

«Cristo murió por todos y la vocación última del hombre es realmente una sola, es decir, la vocación divina. En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien a este misterio pascual». [cf. GS 22; cf LG 16; AG 7] (CIC. 1260).

Por todo esto, la iglesia afirma hoy en día que no existe el limbo, (como queda claro en el catecismo de la iglesia católica que lo omite totalmente), ya que no podemos dudar que por la misericordia de Dios y el amor y ternura de Cristo para los niños, si éstos mueren sin el bautismo, tanto en el seno de la madre, como antes de la edad de la discreción, serán llevados al cielo y participarán de la redención de Cristo (Cf. CIC.1261), de la misma manera que nosotros lo haremos, si le somos fieles hasta el final, el día en que seamos llamados a su casa.

Aprovecho, la ocasión para aclarar otra creencia que existe entre la gente, y que es la de pensar que cuando los niños mueren, ya sean bautizados o no, estos se convierten en angelitos. Los niños al igual que nosotros, al momento de la muerte, alcanzan la “estatura del varón perfecto que es Jesucristo” (Ef 4, 13). Hay que recordar que Jesús no murió por los ángeles, sino por los hombres, y aunque en nuestra estadía en la tierra somos inferiores a ellos, estamos llamados a una dignidad mucho mayor que la de ellos, pues seremos semejantes a Jesucristo, Hijo de Dios. De manera que un niño que muere seguirá siendo hombre, a imagen de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.

Espero que esto dé aliento y confianza en el amor misericordioso e inagotable de nuestro Dios.