Libro del Espíritu Santo

Pbro. Ernesto María Caro

Durante el tiempo de la Pascua, la iglesia nos presenta para su reflexión y meditación el libro de los Hechos de los Apóstoles, el cual fue escrito probablemente por el autor del tercer evangelio, Lucas, quien con esta obra, da testimonio del nacimiento de la iglesia mediante el poder del Espíritu Santo. Es muy probable que en sus orígenes este libro fuera llamado simplemente Hechos de Apóstoles o “Libro del Espíritu”. Si hubo para esta obra, como para los evangelios, relatos más antiguos que Lucas utilizó para redactar su texto, la armonización de esos diversos documentos fue hecha de manera tan notable que hoy es muy difícil distinguirlos. Algunos especialistas piensan que al comienzo los Hechos de los Apóstoles formaban con el tercer evangelio un único libro, que habría sido dividido después. Sin embargo, es seguro que desde principios del s.II, los Hechos de los Apóstoles aparecen como un texto independiente.

Divisiones

En el libro de los Hechos podemos distinguir algunas grandes divisiones de la obra, que hacen resaltar el proyecto de Lucas. Sin referirse exclusivamente a Pedro y a Pablo, Lucas les ha asignado la mejor parte. A pesar de numerosas excepciones, la figura de Pedro dominará los doce primeros capítulos y la de Pablo, la segunda parte de la obra. En el plano geográfico Lucas nos va llevando desde los orígenes del cristianismo hasta, la nueva sede de la Iglesia, es decir a Roma, tal como ya lo había anunciado el Señor el día de la Ascensión (Hch 1, 8). De manera que los primeros 13 capítulos nos muestran el desarrollo y los problemas que se presentaron en la Iglesia de Jerusalén. A partir del cap.13, con la conversión de San Pablo, se nos narra el crecimiento de la iglesia con la predicación a los no-judíos. Un dato interesante, para el que lee por primera vez este libro, es darse cuenta que posiblemente San Lucas se unió a San Pablo en Tróade (16, 10) por lo que se puede considerar que todo lo sucedido anteriormente fue narrado al escritor por algunos testigos, mientras que el resto del libro será el testimonio directo de lo que él vio y oyó de Pablo.

Mensajes teológicos

Como todos los libros de la Sagrada Escritura, el libro de los Hechos, no solamente es un libro que usa los datos históricos con fines propios para presentarnos el nacimiento y desarrollo de la iglesia, sino que es un libro que nos ofrece también un mensaje teológico. Entre los temas teológicos que presenta esta obra están: La relación que existe entre los cristianos e Israel, así como la relación y función del cristianismo en y para el mundo pagano: en ambos casos, el cristianismo se presenta como la opción que Dios ofrece al mundo para alcanzar la plenitud, por lo que no se rechazan los valores de verdad que hay en las demás culturas (podemos ver el discurso de Pablo en el Areópago 17, 22), sino que propone la sublimidad y eminencia del mensaje evangélico. Presenta cómo es Dios, quien siempre ha tomado la iniciativa, esperando sólo una respuesta generosa del hombre. Por otro lado, Jesús es siempre reconocido como “el Cristo, Señor”, principio y autor de la vida, Hijo de Dios. Sobre el Espíritu Santo, se realza: que se recibe en el bautismo con el fin de cumplir una misión determinada, en momentos particulares indica qué es lo que se debe hacer (manifiesta la voluntad de Dios). Finalmente la iglesia es el pueblo de Dios que crece por medio de la predicación de los apóstoles y por la aceptación del mensaje evangélico y el bautismo.

La parusía y la observancia de la ley

Las principales preocupaciones teológicas de Lucas son básicamente dos: Por un lado la “parusía” o final de los tiempos, la cual se consideraba inminente por la primera comunidad. Lucas resuelve esta cuestión haciendo ver cómo esta “parusía” se vive ya dentro de la vida de la Iglesia en la que está presente Cristo. Por otro lado, está el tema de la observancia de la Ley, la cual es resuelta por el autor al decir que ninguno pude tomar a Dios en “exclusividad” (como lo hacían los judíos, por el hecho de poseer la Ley), ya que para Dios no hay preferencia de personas.