Gracia y purgatorio

Pbro. Ernesto María Caro

El objetivo final del hombre es “alcanzar la estatura del varón perfecto que es Cristo”, esto es la santidad total. Cuando el hombre peca no solamente se hiere, llegando incluso a destruirse o a destruir a los demás, sino que como efecto colateral retrocede (si podemos llamarle de esta manera) en su camino de santidad. Cuando nos reconciliamos con Dios por medio del sacramento de la Reconciliación, restablecemos la armonía en nosotros, con Dios y con los demás. La gracia sana nuestras heridas y se abre de nuevo el camino hacia la santidad. Sin embargo, el camino perdido, no se recupera. Si pudiéramos poner un ejemplo gráfico sería como si nosotros fuéramos un gran recipiente que se llena con el amor de Dios (gracia) y donde la santidad es estar totalmente llenos de este amor. Es este amor el que nos va configurando con Cristo. Cuando pecamos parte de esta gracia se desperdicia (se deforma la imagen de Cristo en el hombre), por lo que necesitamos meter más gracia. El día de nuestra muerte Dios llenará totalmente nuestra vida con su amor y con su gracia de manera que podamos entrar al cielo (nadie que no se haya configurado a Cristo, es decir que sea santo, puede entrar en el cielo, de acuerdo a las palabras de la Escritura que dicen: Sin santidad nadie verá a Dios); a este proceso después de nuestra muerte es lo que llamamos “purgatorio”. Es decir, una parte de esta configuración (santidad) se realiza durante nuestra vida y otra en el purgatorio.