Verdadero arrepentimiento

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Padre: Me gustaría mucho saber ¿cómo llegar a tener un verdadero arrepentimiento?

Respuesta:

Debemos decir que el arrepentimiento tiene dos momentos: uno que es claramente de carácter humano y que es una respuesta moral ante un evento determinado, y otro divino que depende de Dios.

Me explico: si lo que se cometió va en contra de una norma moral, estaremos hablando de haber pecado. Ante este evento, se da un arrepentimiento inicial que procede de un juicio entre lo que se cometió y el conocimiento que tenemos de la norma que lo regula, así como de la formación que sobre el particular hayamos tenido. Por ejemplo, si desde pequeño se me dijo que el decir una mentira era algo muy malo, y esto se desarrolló como un valor, cada vez que mienta, se creará en mí un sentimiento de remordimiento por haber hecho algo que va en contra de una norma moral aprendida. Sin embargo, este sentimiento no garantiza que la persona pueda evitarlo en el futuro, pues recordemos que el pecado es, como lo dice el apóstol San Pablo (Rm 7), algo que está en nosotros y que es más poderoso que nosotros.

Basados en este texto de Romanos, descubrimos que, el pecado es una fuerza sobre la que no tenemos humanamente control, sobre todo si se trata de nuestras pasiones, ya que de ellas el demonio se aprovecha, por el desorden que vive nuestro corazón, para llevarnos al pecado. Podemos decir que en el momento de pecar el demonio nubla la razón y hace ver el pecado no como algo malo sino como algo bueno. Una vez que hemos pecado, aparece con claridad la realidad destructora del pecado y esto causa en nosotros el estado de conciencia que llamamos “remordimiento” y que en una persona sana y estable dará como resultado el arrepentimiento. Pero, es algo que ocurre a nivel de la razón y que luego produce de manera pasajera (mientras dura el remordimiento), un sentimiento de culpa. Es por ello que en este nivel de arrepentimiento continuaremos pecando; sobre todo en lo que se llama “la pasión dominante”, y que produce el pecado habitual.

Para salir de ello, es necesaria la acción directa del Espíritu Santo. Sin ella no es posible salir completamente del pecado, ya que su acción en el alma, no sólo consigue el arrepentimiento, sino lo que se conoce en teología como el “dolor de los pecados”. Cuando esto ocurre, el alma percibe un fuerte dolor interior de tipo espiritual (no intelectual) que le llevará a evitar la situación de pecado a cualquier precio. Sería el llevar a la práctica lo que decía Jesús “… más le vale arrancarse un ojo… o los brazos, con tal de evitar el pecado” (cfr. Mt 5, 29-30).
Así pues, el verdadero arrepentimiento, el dolor de los pecados, es una gracia que hay que pedir con insistencia a Dios si verdaderamente queremos ser santos y agradar en todo a Dios.