Confesión y pecado

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Apreciado Padre Ernesto, usted dice que lo peor del pecado es quedarse en ese estado pensando que Dios no nos perdonará. Y ¿Qué pasa con los que se quedan en ese estado por vergüenza ante Dios que nos perdona tanto y uno no mejora sino que va para atrás? ¿De qué sirve pedir perdón si finalmente tendremos que continuar pidiéndolo pues siempre vamos a ser débiles y a caer en lo mismo? Muchas gracias por su respuesta.

Respuesta:

Querido hermano: Ciertamente que es un grave pecado el dudar de la misericordia de Dios y no acudir por el perdón pensando en que Dios no nos absolverá. Debemos recordar que precisamente por nosotros, los pecadores, Jesús dio su vida. Ahora bien, siguiendo este mismo discurso debemos ser conscientes de dos cosas: la primera es que la misericordia de Dios es infinita y por otro lado que él nos perdonará tantas veces como vayamos a él arrepentidos y con el firme propósito de no pecar y de apartarnos de las ocasiones de pecado. El pensamiento que nos propones es precisamente el que el demonio propone al pecador: “para qué te confiesas si vas a volver a ofender a Dios” y es frecuente que mucha gente le haga caso, pues lo único que pretende es mantenernos lejos de Dios. Dios, como lo dice el salmo 103 (102), conoce claramente de qué barro estamos hechos y por eso no nos trata como merecen nuestras culpas, sino que tiene siempre misericordia de nosotros.

En el libro “Cómo llenarse de Dios” nos presenta el autor la realidad del pecado, de esa fuerza terrible que nos lleva a hacer lo que no queremos y a evitar lo que nos gustaría hacer. Esta fuerza es tan superior a nosotros, que nosotros poco o nada podemos hacer por evitarla. Es, pues, necesario que sea vencida por Dios mismo, por lo que la actividad del cristiano se centra en dos tareas: evitar las ocasiones en donde sabemos que nos ponemos en peligro y aumentar la vida espiritual (especialmente la oración y el ayuno) para permitirle al Espíritu vencer en notros al pecado que nos busca tiranizar.

Con esto en mente, el cristiano ciertamente siente pena, tristeza y vergüenza de ser lo que es: un pecador, pero al mismo tiempo sabe que Dios lo conoce, que siempre está dispuesto a darle la gracia para vencer al pecado. Por ello, de nuevo tendríamos que decir que el único que está derrotado es el que no se acoge al poder de Dios, el que se da por vencido, el que duda de la misericordia de Dios, el que no pone nada de su parte, en una palabra, el que ha decidido permanecer en el pecado. Que jamás te dé vergüenza ser un pecador, pues Dios ama al pecador y detesta el pecado. Apártate de las ocasiones, lugares, conversaciones, personas que puedan ser ocasión de pecado y lucha con todas tus fuerzas por alcanzar una vida de más unión con Dios mediante la oración y la penitencia, yo te aseguro que jamás te sentirás avergonzado ante Dios, pues, Aquél que no escatimó ni a su propio Hijo, con cuánto amor no te dará el perdón si con humildad se lo pides y te esmeras en agradarlo en todo. Que el Señor te dé siempre su alegría y su paz.