Cielo e infierno

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Padre, con respecto al tema del cielo, tengo algunas dudas que me gustaría que me respondiera: La primera es ¿Por qué se dice siempre, tu cielo y tu infierno es aquí en la tierra? También, ¿Por qué siempre se relaciona el fuego con el infierno? El fuego, ¿acaso no es algo terrenal? Por otro lado, ¿El alma podría sentir la sensación del fuego? ¿Por qué siempre que pedimos algo a Dios o agradecemos por algo a Dios miramos hacia arriba? Acaso ¿Él no está en todos lados?

Respuesta:

Muy querido hermano: por lo que respecta a tu primer pregunta, no se trata de un error de concepción, sino teológico que va contra la fe cristiana. Es un intento más del mundo para borrar de nosotros la idea de la eternidad, del premio y del castigo y así conseguir que el hombre viva conforme a sus pasiones, como un animal, que al morir perece y no tiene ya expectativas de vida eterna. Todo termina para ellos en nuestro mundo. Esto por supuesto que es un atentado grave a la fe cristiana y un modo más para continuar secularizando nuestro mundo. La realidad es que existe el cielo, que es un estado en el que viviremos los que hemos sido fieles al Señor y que es un estado de perfección absoluta en la que todo será alegría y paz perfecta en compañía de Jesús, de María y de todos los salvados. El infierno, por el contrario, es el estado en el que vivirán eternamente los que hayan sido juzgados indignos de vivir con Dios. Estos, como lo dice la Sagrada Escritura irán al “lugar” (estado) destinado para Satanás y sus ángeles, apartados eternamente de Dios. Nuestras experiencias más terribles y más maravillosas nada tienen que ver con lo que es el cielo y la tierra, pues como dice San Pablo: “Ni ojo vio ni oído escucho lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman”. (Cf. 1 Co 2, 9)

Ahora bien, en relación al resto de tus preguntas, estas expresiones se han acuñado debido a que el hombre, por ser un ser finito, no tiene la capacidad de concebir las cosas eternas o infinitas, de manera que todo, aun lo que esté relacionado con lo eterno o lo infinito, tiene que ser puesto en categorías humanas. Es así que, por ejemplo, el sufrimiento extremo de ordinario está relacionado con el fuego, quizás porque esto produce en nosotros verdaderamente un gran sufrimiento. De esta manera se indica el sufrimiento terrible que padecerán aquellos que sean apartados de Dios en el castigo eterno que llamamos infierno. Lo mismo tendríamos que decir del “concepto” del cielo, el cual, desde que el hombre es hombre, ha concebido el firmamento como el lugar en donde está Dios. Sólo recientemente, con la profundización de la teología y otras ciencias, ha sido como hemos concebido que las realidades celestiales, se refieren más a un estado que a un “lugar”. Hoy sabemos que en la eternidad no hay tiempo ni espacio, lo cual es algo que corresponde a la dimensión terrena y finita del hombre y que el cielo no es un lugar, sino una dimensión, un estado que se identifica con Dios, y que aunque para designarlo que usemos categorías humanas, sabemos que éstas nunca expresarán ni cercanamente lo que en realidad es. Mientras continuemos en este mundo tangible, el hombre continuará buscando diferentes signos que lo pongan en relación con lo que no ve, con lo que lo trasciende y convirtiendo en categorías humanas las realidades divinas.