Lázaro y la muerte

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Padre, a nosotros se nos ha inculcado que nadie ha conocido el misterio de la muerte, es decir nadie sabe qué sucede después de la muerte, sin embargo, de acuerdo a la Escritura, Lázaro falleció y Jesucristo lo resucitó al tercer día. La pregunta es: ¿Será que Lázaro conoció algo sobre lo que sucede después de la muerte? Muchas gracias por su respuesta.

Respuesta:

Sobre el tema de la muerte, tenemos, por un lado lo que nos informa la Sagrada Escritura y por otro lado algunas experiencias de personas, como Lázaro, y otros, que habiendo experimentado la muerte han regresado a nuestro mundo, fenómeno llamado hoy “beyond and back».

Te propongo, para abarcar este tema que lo dividamos de esta manera y podamos resolver tu cuestión.

Sobre la muerte, o más bien lo que hay después de la muerte, la Sagrada Escritura, principalmente en el NT nos dice, que Dios tiene preparado para nosotros, los que le amamos, el paraíso que en palabras de San Pablo sería: «ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios tiene preparado para los que le aman»(1Co 2, 9). Es decir, que lo que existe después de la muerte es el cielo, el cual se identifica con un estado de vida en el que ya no hay dolor ni sufrimiento de ninguna clase, en el que se experimenta el gozo extremo e inimaginable de vivir en Dios. De esto no tenemos elementos experimentales ni experienciales, pues entra en el ámbito de la fe.

Para poder profundizar en el tema que se propone será bueno que ahora nos preguntemos ¿qué es la muerte? Teológicamente se define como: “la incapacidad absoluta que tiene el cuerpo de retener el alma”. De manera que la muerte ocurre cuando el alma se separa del cuerpo. Y nos referimos al alma espiritual, no al elemento biológico natural que mantiene viva físicamente a la persona.

Ahora bien, dado que uno de los elementos que muestran la presencia del alma humana es la actividad cerebral (no me meto en todo lo que esto implica), cuando se demuestra que ya no hay actividad cerebral, aunque la persona aun esté «físicamente viva» (es decir que el corazón y las demás funciones parasimpáticas, se mantengan en el cuerpo), la persona realmente ya ha muerto. En ese momento la persona entra en lo que hoy se conoce como un «tránsito». Por las experiencias de quienes han presentado ya una muerte clínica y que después han regresado a la vida, fenómeno que llamamos resucitación, para distinguirlo de la Resurrección la cual se dará sólo en el juicio final, se tienen muchos testimonios científicamente comprobados en los que aquellos que la han vivido, hablan de una «experiencia de camino». En todos ellos la experiencia común es que no llegan al final del viaje (a veces presentado como puente, como río, como camino, etc.).

De estos testimonios podemos deducir que en todos esos casos, esas personas no han sido aún juzgadas, no han llegado al cielo. Y por lo tanto, no han tendido la visión beatífica total, como nos lo dice San Pablo en Corintios, en donde el hombre conocerá tal como es conocido (cfr. 1Cor 13,12).

En estas experiencias, es común también el hecho de la no espacialidad y no temporalidad que le es propio al estado celestial, el estado en el que vive Dios mismo. De manera que aunque a los que permanecemos en el ámbito temporal, parecería que han pasado una dos o más horas, incluso días, para la persona en su experiencia atemporal serán solo segundos o minutos, ya que al salir de este mundo, en este proceso de tránsito, se tiene una concepción de tiempo que no corresponde a la realidad que nosotros conocemos.

La resucitación implica una regeneración de la parte afectada del cuerpo que causaba la enfermedad y que finalmente causó la muerte. En todos los casos, incluyendo el de Lázaro, las personas regresan de ese tránsito con una curación «milagrosa» de manera que no se explican los médicos cómo es que la causa que provocó la muerte ha sido totalmente sanada.

Otra de las experiencias comunes es que las personas tienen una «conversión profunda a Dios» cualquiera que sea la imagen de Dios que la persona tenga. Esto de ordinario cambia radicalmente su vida.

Con todo esto que hemos dicho, podemos concluir que la experiencia real del cielo, solo lo podemos saber por la fe, sea por lo que la Escritura nos ha revelado, como por las experiencias místicas de los maestros espirituales. La experiencia que conocemos de los que han revivido, es solo una experiencia parcial que no pude ser tomada como la experiencia del cielo, por lo que sus testimonios sólo serán elementos confusos de una realidad que ya no es la de la tierra (espacio-temporal), pero que no se puede equiparar a lo que es el cielo prometido por Cristo, o en caso de un una vida perversa, la experiencia del infierno.