Sexo prematrimonial

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Padre: A mí me parece que la iglesia no ha evolucionado. No entiendo por qué ha de ser pecado el que una pareja que se ama tenga relaciones sexuales. Yo amo a mi novio y pensamos casarnos más adelante y creo que es una forma excelente de conocer perfectamente a mi pareja teniendo también el conocimiento sexual. Jesús fomentó el amor y lo que nosotros hacemos cuando tenemos relaciones es precisamente amarnos. No entiendo por qué tengo que confesarme de esto ¿Por qué no puedo acercarme a comulgar si tuve relaciones con mi novio? Ojalá y me pueda responder esta duda que tengo.

Respuesta:

Este tema es largo y tiene muchas aristas, pero es claro en la Sagrada Escritura.
Mira, sobre las relaciones pre-matrimoniales, el discurso está basado en que todo lo que es pecado destruye nuestra vida como nos lo ha dicho siempre el Señor, desde el Génesis (Gen 2, 17) hasta San Pablo (Rm 6, 23).

De los diez mandamientos, que encierran las normas morales que el hombre ha de respetar para ser feliz, leemos en el sexto mandamiento: no fornicarás. Esto se refiere a las relaciones sexuales (y a las caricias íntimas que llevan a la consumación del acto sexual) fuera del matrimonio. Ahora bien, ¿es que Dios es un egoísta que no quiere que tengamos placer sexual y por eso nos lo prohíbe? ¡Nada de eso! Al contrario, nos advierte, como lo hizo en el paraíso con Adán y Eva: “el día que coman de ese árbol morirán irremisiblemente” (Gn 2, 17). Ellos pensaron que no era cierto, comieron y todavía hoy en día vivimos la experiencia de la muerte. Y es que Dios, no se refería a la muerte física, sino a lo que es peor, a la muerte interior, que vacía de sentido la vida del hombre convirtiéndola de paraíso en destierro, llanto y soledad.

Así pues, es lo mismo con el 6º mandamiento. No es que Dios no quiera el placer. Es que éste, al menos en su forma total como se presenta en la relación íntima de la pareja, requiere unidad y estabilidad de parte de la pareja. Todos los pecados, son pecados porque nos destruyen; porque nos llevan a experimentar la muerte del alma y del espíritu, y nos dejan solos y vacíos.

Para mejor explicarme pondré un ejemplo: cuando fuimos pequeños nuestra mamá nos prohibía comer galletas calientes. Nosotros, como éramos pequeños no sabíamos por qué nuestra mamá nos prohibía comer de las galletas cuando éstas se presentan exquisitas, aún más apetitosas que cuando están frías, pues en ese momento están suavecitas, muy apetitosas. No sabíamos que si nos las comíamos calientes nos iban a hacer mal, que nos enfermaríamos del estómago. Sin embargo, la mamá sí lo sabía y por eso nos lo prohibió. Si el niño las come, sabrás bien que le hicieron daño, no creyó a su mamá y tuvo que padecer las consecuencias.

Pues bien lo mismo sucede con todos los pecados. Quizás no te pueda dar toda la explicación de dónde está el mal de este pecado en particular, pero hasta donde alcanzo a entender, es pecado pues se daña íntimamente el corazón de la mujer y daña la estabilidad del matrimonio en el futuro.

Las mujeres estarán de acuerdo conmigo en que son muy afectivas, no son como nosotros los hombres, más fríos y desapasionados. La mujer cuando tiene una relación sexual se entrega totalmente. No entrega sólo su cuerpo, sino que se entrega toda ella. Es algo que los hombres no podemos entender pues no lo podemos experimentar ya que nuestra psicología es totalmente distinta. Cuando una mujer tiene una relación sexual, entregó todo. Por lo tanto está vacía, y requiere ahora que su pareja, la llene de nuevo. Para ello, debe vivir con ella, pues la mujer no se llena con una noche (mucho menos con un rato en la cama). De ordinario, una mujer estable, después de una relación sexual se puede sentir plena, realizada. Pero al día siguiente, cuando ya no puede ser abrazada, ni besada, cuando no tiene con qué llenar el vacío, empieza a sentir soledad, tristeza y remordimiento. No sabe si lo que entregó lo podrá llenar de nuevo, pues la persona a la que se lo entregó no tiene ningún compromiso con ella, se siente por ello sola y empieza a sentir un profundo vacío en su corazón. Puede ser que nunca más lo vuelva a ver.

Cuando los novios, o en general los jóvenes no llegan a descubrir el corazón de su pareja, entonces se quedan en lo superficial, en lo que sus sentidos les reportan, el sexo es muy atractivo, como las galletas calientes, pero hace daño a la relación de la pareja. Muchas parejas llegan al matrimonio sin conocer el corazón del otro, lo único para lo que tuvieron tiempo fue para conocer su cuerpo y esto con el paso del tiempo se desgasta y se deteriora. El hombre es por naturaleza más egoísta y si la mujer no le ayuda a supera su egoísmo, terminarán sufriendo mucho.

De esta manera el noviazgo se tornará no en un encuentro de dos corazones que se buscan, que se comprenden y que se aman, sino en dos cuerpos que se desean.

Consecuencias: el matrimonio estará basado sobre el sexo. Lo malo es que el sexo es muy débil para sostener una relación de toda la vida. Cuando baja el instinto sexual, se empiezan a distanciar y como no tienen otro punto de encuentro que no sea la “cama”, el matrimonio generalmente fracasa. Solo para tener una idea de los efectos de este problema, te comento que de los matrimonios que se presentan ante el tribunal eclesiástico para que se revise la causa de nulidad de su matrimonio el 70 han tenido relaciones prematrimoniales. Como ves más que una cuestión moral o religiosa es una cuestión de tipo humana, muy profunda de la cual Dios ha querido advertirnos con el 6º mandamiento: no lo hagas, no es bueno. El día que lo hagas morirás.

Podemos decir que desde el punto de vista moral es pecado para la mujer porque se destruye a sí misma, cosa que es atentar contra la obra máxima de Dios. Por el contrario el hombre peca, porque destruye a otra criatura, destruye a la mujer. La relación sexual estaría inclinada solamente a la procreación. En los humanos, es algo que plenifica, que comunica amor, que une. Pero para que dé estos efectos debe ser realizada dentro del marco del matrimonio. Así lo pensó Dios cuando nos creó diferentes; orientados y capacitados para el amor.

Sé que la tentación en la juventud es fuerte. Pero si queremos vivir, no sólo en gracia, sino en la paz profunda que Dios nos da al vivir de acuerdo a su proyecto, debemos trabajar en la renuncia. Para ello la oración y nuestras prácticas de renuncia voluntaria (penitencia) son el arma más poderosa para combatir algo que es muy bello, pero que requiere ciertas condiciones para que sea tal como Dios lo pensó. San Pablo Decía:"Todo me está permitido, pero no todo me conviene” (1Co 10, 23). Hay que esperar para que el placer sexual sea un verdadero regalo de Dios a la pareja y no un fruto que se arrebata y que se pudre en nuestras manos sin llegar a disfrutarlo en plenitud.

Como se ve, la relación íntima entre novios, lejos de ser una expresión real de amor, es de egoísmo (aunque esté recubierta de un barniz de amor). El verdadero amor se muestra en la renuncia.

No sé si esto aclare un poco la duda, es un tema largo, pero éstas son las bases. Aquí sobre todo entra el: “le creo o no a Dios”. Si Dios me dice que esto es malo, aunque no entienda bien por qué es malo, le creo, le amo y lo obedezco, aunque me gusten mucho las galletas calientes.