Vida comunitaria

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Hola, soy una joven que me alejé de la iglesia hace algunos años. Ahora sólo he vuelto a leer la Palabra de Dios por medio de ustedes pero no me congrego. ¿No sé si esto es correcto o debería asistir a una iglesia? Gracias.

Respuesta:

Mi querida hermana: Alejarse de la iglesia es una pena, sin embargo, qué bueno que la Palabra de Dios te ha vuelto a llamar y seguramente que si estás dispuesta a vivir conforme a lo que ella nos dice, serás plenamente feliz y alcanzarás la plenitud en el amor.

Sobre tu pregunta, leemos, precisamente en el libro de los Hechos de los apóstoles:

“Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos”. (Hch 2, 43-47).

En este texto puedes ver que los cristianos (los que han creído en Jesús y lo han aceptado como Señor de sus vidas), estamos llamados por el mismo Señor a formar una comunidad. Textos como estos y otros en los que se habla de la comunidad de creyentes, de las asambleas, de la fracción del pan en comunidad, son muchísimos en el Nuevo Testamento.

Y es que desde el inicio, el mismo Jesús formó una comunidad de discípulos y ellos, tomaron la novedad del evangelio y se empezaron a reunir el día primero de la semana o domingo para celebrar la resurrección del Señor (Hch 20, 7). En esta reunión se leía la palabra de Dios, alguna de las cartas de los apóstoles (Col 4, 16) y se comía el pan Eucarístico (1Cor 11, 23-26), tal como Jesús lo había prescrito (Mt 26, 26-28).

Es de esta enseñanza vivida por la primera comunidad, que nosotros continuamos reuniéndonos cada domingo a celebrar la resurrección del Señor y a la fracción del pan. Cada domingo nos reunimos en asamblea Eucarística para dar gloria a Dios y participar del amor de la comunidad y de la vida en el Espíritu.

San Justino, nos refiere la celebración Eucarística del Siglo II (155) con las siguientes palabras:

“El día que se llama día del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. Se leen las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas, tanto tiempo como es posible. Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas. Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros y por todos los demás donde quiera que estén, a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna. Cuando termina esta oración nos besamos unos a otros. Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. El presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da gracias (en griego: eucharistian) largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones. Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias, todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén.

Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua «eucaristizados» y los llevan a los ausentes”.
(S. Justino, Apol. 1, 65; 67.)

Como ves, el reunirse en asamblea y participar del pan Eucarístico es una vivencia de la iglesia de todos los tiempos, que actualiza entre nosotros la frescura de Cristo y su mensaje y nos nutre con el Pan que da la vida.

Te invito a unirte a nosotros en la asamblea Eucarística en la parroquia más cercana a tu domicilio. Deja atrás lo que haya provocado tu separación de la iglesia y reencuéntrate con la comunidad, cuerpo de Cristo.

Recuerda que el demonio es muy hábil, actúa como lobo. Busca a la oveja más débil, la que no está con el rebaño, para tomarla con facilidad como presa y devorarla. La comunidad nos abriga, nos defiende y nos ayuda a crecer. Bajo la tutela de un buen pastor, crecerás, te alimentarás de los buenos pastos del Evangelio y beberás de las aguas del Espíritu. Acércate a la iglesia te aseguro que en ella encontrarás el alimento que te llenará de vida.