Catecismo Light

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Estoy un poco confundida porque no sé qué hacer: Mis hijos y familiares viven un catecismo light y me dicen que así les deje, que no intente cambiarlos, que por eso tengo ya problemas con varios. Mi pregunta es, ¿estará bien callarme y dejarle las cosas a Dios y que Él haga lo suyo en su momento y cuando Él quiera y no cuando quiero yo? O, ¿debo seguir insistiendo aunque esto continúe trayendo problemas a mi vida? Gracias de antemano.

Respuesta:

Mi querida hermana: para contestarte creo que sea útil la cita de San Pablo en su segunda carta a Timoteo: “Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo; reprende, persuade, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2Tim 4, 2). En esta cita encontramos como primera parte el hecho de que como encargados de una comunidad, como era el caso de Timoteo, estamos obligados a promover entre aquellos que Dios nos ha encomendado el mensaje del Evangelio. Ciertamente este anuncio, muchas veces no es aceptado principalmente por nuestros familiares cercanos. Esto ya lo había vivido el mismo Jesucristo quien nos dice en el Evangelio de Marcos: “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.” (Mc 6, 4) Con ello nos muestra lo difícil que es promover entre nuestros propios familiares el mensaje del evangelio, más aún, en una cultura como la nuestra en la que hay, como tú lo comentas, una cultura contraria al evangelio. Sin embargo, esa predicación debe ser hecha como, lo dice el propio San Pablo, con mucha prudencia, paciencia e instrucción, dado que el participar del evangelio es una invitación.

Se debe evangelizar con paciencia, pues el tiempo de Dios no es nuestro tiempo, por eso muchas veces hay que ir despacio, sin apresurar el paso, pero sin quitar el dedo del renglón. Debe ser hecha también con prudencia, lo cual implica buscar el momento y las palabras más oportunas para lanzar el mensaje. Debe ser hecha de tal manera que los demás la entiendan y formulada realmente como una invitación. Y, finalmente, con instrucción de tal manera que, como nos lo dice el apóstol Pedro, podamos dar razón de nuestra fe (1 Pe 3, 15). Esto último es muy importante pues, muchas veces, de ello depende la aceptación de la Palabra predicada.

Una nota que no contiene la cita, pero que es fundamental, es la concordancia entre nuestra predicación y nuestra vida. Nos dice el Papa Paulo VI en su encíclica Evangelii Nuntiandi, que difícilmente nuestro mensaje será aceptado si éste no va a acompañado de una vida profundamente evangélica, ya que ésta, dice el Papa, es la mejor invitación para los demás a vivir el mensaje de Jesucristo.

No te desanimes, recuerda que la vida del profeta siempre es una vida de contestación. Esto lo han vivido todos los profetas del Nuevo y del Antiguo Testamento, así lo había ya anunciado Jesús (Jn 15, 20).

Finalmente te diré algo que me parece importante y que se aplica en este y en todos los casos en donde hay negación para aceptar la Palabra de Dios: si los tuyos no te escuchan, entonces deja de hablarles a ellos de Dios y háblale a Dios de ellos. Esto significa que cuando no hay eco en los demás, es necesario apoyar más nuestra invitación con la oración. Dedica largos ratos, más que a argumentar con ellos, a orar por ellos. Pide a Dios con insistencia que se abran sus corazones y estoy seguro que en no mucho tiempo verás grandes resultados.