Ayuno y penitencia

Pbro. Ernesto María Caro

La penitencia y el ayuno están relacionados con una actitud de renuncia que nos lleva a ser más dueños de nosotros mismos al entrenarnos, privándonos de las cosas buenas, como son la comida, para que, llegado el momento, tengamos la capacidad de renunciar a lo que es pecado. Por una ancestral tradición en la iglesia, se instituyó el viernes, principalmente en cuaresma, como un día “penitencial”. Las primeras comunidades encontraron que privarse de comer “carne” los viernes era una manera de renunciar a lo superfluo pues comían pescado que, era un alimento muy económico y era, además, el alimento de los pobres. De esta manera no sólo se dominaba el apetito sino que la diferencia entre el pescado y la carne se repartía como limosna a los pobres. Hoy en día el pescado es más caro que la carne, así que ir a comer filete de pescado a un restaurante ya no parece que sea una verdadera penitencia. Mucho menos si pensamos que, la gente pobre de nuestro país, no come carne casi nunca. El día de abstinencia debe ser un día de verdadera penitencia, día de austeridad y de renuncia. Ciertamente para algunos el no comer carne puede ser una verdadera penitencia. Lo importante no es la comida, sino el efecto que estamos buscando con la penitencia. El viernes de cuaresma es un día para hacer penitencia y no para comer pescado.