Apocalipsis

Pbro. Ernesto María Caro

El libro del Apocalipsis cierra la revelación universal con la cual Dios nos ha mostrado el camino para la vida en el Reino y su plan maravilloso para todos y cada uno de nosotros. Contrariamente a lo que muchos piensan, el Apocalipsis no es un libro lleno de profecías terroríficas o una serie de visiones privadas de compromiso, ni es un libro para calcular el futuro o una edición bíblica de la “buena fortuna” Ad usum delphini. Es ante todo una profecía que anuncia a Jesús como Señor de la humanidad e impide que esta misma humanidad se abandone al fatalismo histórico. Ahora bien, para entender el mensaje de este libro es necesario recordar que la Sagrada Escritura contiene diferentes “estilos literarios”, los cuales son usados por el autor para dar a entender el mensaje que Dios revela al hombre. De manera particular el Apocalipsis es un libro escrito bajo tres diferentes géneros literarios: apocalíptico, profético y epistolar. Empecemos diciendo que la palabra Apocalipsis, en griego, significa “revelación”. Ahora bien, esta revelación, tiene la particularidad de que es hecha durante una “visión simbólica” y por medio de un mediador, que puede ser un ángel (en la apocalíptica judía principalmente) o por el mismo Jesucristo, como es el caso de este libro. Para dar a conocer el mensaje, el intermediario se vale de una serie de símbolos y signos de tipo profético, que por lo general, explicará más adelante el mismo enviado. Algunos símbolos en el libro del Apocalipsis de san Juan, presuponen un conocimiento de la simbología judía, usada en los libros principalmente de Daniel y Ezequiel. Este género literario es usado de manera ordinaria en tiempo de persecución, (como es el caso de Daniel, el cual responde a la persecución de Antíoco Epifanes en el S. II a.C.), de manera que su simbolismo “esconde” el mensaje para aquellos que no pertenecen a pueblo de Dios. Podríamos decir que es un mensaje en clave.

Valores y antivalores

El libro se inicia, después de una breve presentación, con siete cartas dirigidas al parecer a las siete comunidades de las que el apóstol Juan estaría a cargo. Cada uno de estas comunidades “tipifica” una serie de valores y antivalores presentes en el cristianismo de todos los tiempos. La carta dirigida a la comunidad de Éfeso, nos presenta el caso de muchos cristianos que abrazan con fuerza la vida cristiana por medio de un retiro, de una plática, etc.; son activos y capaces de enrolarse en los movimientos, aun a costa de fatiga y sacrificio. Pero, poco a poco el mundo los envuelve, y el amor al Señor se convierte en rutina e incluso en activismo. Jesús, más que trabajadores, quiere amantes. Es importante trabajar por el Reino y sufrir por él, pero como diría San Pablo: si no tengo amor, de nada me sirve. Jesús hoy nos dice a cada uno de nosotros: Recuerda, cuánto me ambas, cuánto deseabas servirme y sufrir por mí, por mi amor. No te dejes envolver por el mundo, y vuelve a tu primer amor.

Autor del Apocalipsis

Por lo que respecta al autor del Apocalipsis, hoy en día la mayor parte de los exegetas y teólogos están de acuerdo en que fue el apóstol San Juan quien lo escribió muy probablemente durante la persecución de Domiciano entre el 95 y 96. Es muy posible que lo haya escrito desde la Isla de Patmos en donde se encontraba desterrado el apóstol hasta la muerte del emperador. Podríamos decir que todo el libro se centra en la necesidad de vivir santamente, no por temor al castigo final, o con el fin de ganar el premio, sino por amor a «aquel que nos amó y se entregó a la muerte por nosotros». Es por otro lado una denuncia abierta contra la «adoración» de todo aquello que no es Dios: el poder, el dinero, la fama, los bienes, el honor, pues el único que merece el poder, el honor y la gloria es Dios, el Dios revelado por Cristo: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Su visión simbólica, nos presenta la realización progresiva y siempre continua del proyecto salvífico de Dios y el estado de vigilancia que el cristiano debe mostrar para mantenerse siempre fiel. Al mismo tiempo inspira la certeza de que Cristo ha vencido y con él venceremos sus seguidores; que donde está él, también estaremos nosotros. Es el libro que nos asegura que «todas las cosas, en Cristo, son nuevas, que el cielo nuevo y la tierra nueva se van desarrollando a lo largo de la historia humana, hasta la consumación final, donde todos seremos uno.

Elementos simbólicos

Para poder entender mejor el contenido del Apocalipsis, es necesario conocer el significado de algunos de sus elementos simbólicos. Así tenemos que la «mujer» ordinariamente representa a la iglesia (12, 1) o a alguna ciudad (17, 1); los «cuernos», el poder (5, 6; 12, 3); los «ojos», el conocimiento (1, 4; 2, 18; 4, 6; 5, 6); las «alas», la movilidad (4, 8; 12, 14); las «trompetas», la voz divina (1, 10; 8, 2); la «espada», la Palabra de Dios que juzga y castiga (1, 16; 2, 12; 19, 15); las «vestiduras blancas», la gloria de Dios (6, 11; 7, 9; 22, 14); las «palmas», el triunfo (7, 9); las «coronas», el poder y el reinado (2, 10; 3, 11; 4, 10); el «mar», es un elemento malo y fuente de inseguridad y muerte (13, 1; 21, 1); el «color blanco», indica la alegría de la victoria, el «púrpura», el lujo y el reinado; y el «negro» la muerte. La simbología numérica es muy importante, así tenemos que el número 7 significa la «plenitud» y perfección»; el 12 representa el «pueblo» simbolizado por las 12 tribus de Israel o por los 12 apóstoles, el cual ha llegado ya al final escatológico; el numero 4 significa la «universalidad del mundo visible»; el número 1000 y el 3 son numero completos que indican «totalidad» o «infinidad».
La combinación de estos números representa personajes, lugares, épocas, etc.

Resumen del Apocalipsis

Los dos últimos capítulos del Apocalipsis son de alguna manera el resumen y la síntesis de toda la historia de la lucha de Satanás y de sus aliados por destruir la obra de Dios (de la cual el Apóstol ha hablado a lo largo del libro), y proclama con certeza la esperanza del cristiano en la cual sustenta su fe: la resurrección final en donde todas las cosas serán nuevas, en donde la muerte ni el dolor reinarán más en la humanidad, resurrección que lo unirá definitiva y eternamente con Dios. Contra todas las apariencias que se presentan en nuestro mundo, en donde parece que es el mal el que reina, que la paz y la justicia son utopías cristianas, donde no parece posible la Vida en abundancia proclamada por Jesús, Juan anuncia proféticamente el triunfo de Dios y de sus elegidos. Dios no defrauda, las promesas hechas por Cristo son realidad en la vida de aquellos, que saben permanecer fieles, de aquellos que han decidido con todo su corazón abrazar la vida evangélica, de aquellos que, aun a pesar de sus propias vidas, han sido capaces de mostrar un estilo de vida marcado por el amor y la justicia. Así, al terminar nuestro ciclo litúrgico, reavivamos nuestra esperanza y retomamos fuerzas para reiniciar nuestro camino, el cual terminará un día en los brazos del Padre, inundados del gozo del Espíritu Santo, en el Reino de Cristo y en compañía de María Santísima y de todos los que, como ella, han sabido decir hasta el final de sus días: «Hágase en mi según tu palabra». Amén.