Credo

Pbro. Ernesto María Caro

Todos los domingos “decimos” el Credo, y es posible que por este hábito no seamos conscientes del acto que estamos realizando. Para los primeros cristianos fue siempre importante el expresar que ellos creían en Cristo, como dirá San Pablo, y en Cristo crucificado. Con el correr de los tiempos, la comunidad fue recogiendo las verdades fundamentales de la fe en Cristo, como el hecho de que sea uno con el Padre y con el Espíritu; reconocía que era de origen divino y humano por lo que la presencia de María fue rápidamente incluida en la expresión de fe.

Contra los que pensaban que era un fantasma, se confesaba que había muerto históricamente en el tiempo de Pilatos, pero que había resucitado. La comunidad hacia pública la fe en que Dios había mandado el Espíritu Santo, y que un día habría de resucitar para no morir jamás; era una Iglesia que se sabía reconciliada y perdonada y así lo confesó. De esta fe nacieron los primeros “credos”, como expresión de lo que se vive y se celebra. En el tiempo de Pascua la liturgia nos sugiere hacer nuestra profesión de fe con el “Credo de los Apóstoles” que es uno de los más antiguos (ca. 160), por lo tanto más sencillo. Recitarlo nos lleva a saborear la lozanía de la Iglesia primitiva. Vivamos en este espíritu que nos acerca a las fuentes de nuestra fe.