Yoga

Pbro. Ernesto María Caro

Ya desde hace tiempo, se han difundido en nuestra cultura occidental las escuelas orientales que promueven entre otras cosas el “Yoga”. Muchos cristianos se han sentido motivados a asistir a estas escuelas bajo la premisa de que esto es solo un método de relajación que permite desarrollar al máximo nuestras capacidades o mejorar nuestra espiritualidad. Ahora bien, ¿podríamos decir que esto ayuda a nuestra fe? La respuesta no es sencilla ya que el yoga no solo se refiere a una serie de ejercicios físicos de relajación y respiración, sino que comprende toda una metafísica (realidad de final del ser), una moral y una ascética. La palabra “yoga” significa “unir y al mismo tiempo balancear” los aspectos espirituales y físicos del hombre para llegar a la unidad perfecta y con ella a la plenitud, la cual se logra al vaciarse de todo para empezar a ser parte del todo. Muchos de los principios propuestos por el yoga como el silencio, la soledad, la búsqueda del Trascendente, son parte de la fe cristiana. El problema en las escuelas de yoga es que por lo general con el aspecto físico se entra en los otros tres principios (ya que son inseparables pues forman parte de un sistema cerrado), los cuales fácilmente conducen a la persona a olvidar las verdades del evangelio. Se puede olvidar que la redención no es algo que se alcanza por esfuerzo propio o por técnicas de concentración y relajación, sino por donación gratuita (gracia) de Dios conseguida en la muerte y resurrección de Cristo. El aspecto físico del yoga “puede” ser útil siempre que sea sólo un medio y no un fin. Sin embargo, asistir a una escuela “oriental” presentará siempre el peligro de diluir nuestra fe e incluso de encontrarnos atrapados en una realidad de vida muy diferente a la propuesta por Cristo que es ante todo: libertad, justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.