La oración y el pecado

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Estimado Padre Ernesto: Para efectos de recibir sus atinados y profundos comentarios a través de “Preguntar para saber”, me permito hacerle llegar una inquietud personal que siempre había tenido, y es la siguiente: estando en pecado mortal, he sentido la necesidad de elevar una oración al Señor, bien sea de arrepentimiento, de alabanza, o de petición combinada con alguna de las primeras, sin embargo, en ese momento comienza en mí una lucha interior acerca de si será válida mi oración, esto es, si será escuchada por Dios dada mi condición de ese momento. En varias ocasiones, he desistido de hacerlo aun sintiendo la necesidad de volverme al Señor. ¿Podría Ud. orientarme al respecto por favor? Que el Señor lo bendiga abundantemente.

Respuesta:

Mi querido hermano: lo primero que quiero referirte son las palabras del Señor: “No son los sanos los que necesitan del médico sino los enfermos” (Mt 9, 12). Con esto Jesús declara que es precisamente en el estado de pecado cuando más lo necesitamos. Debemos recordar siempre que por un lado la oración es la fuerza del alma, pero es también fuente de consolación y de encuentro con la misericordia de Dios. Los más grandes santos, han sido también grandes pecadores, que muchas veces, al salir consolados de su oración, han tomado la decisión de no volver a pecar más.

Es en esa oración sincera, con un corazón arrepentido, de donde proviene el impulso de la reconciliación sacramental que nos hace volver a la gracia.

Una de las grandes trampas del demonio es el convencernos de que la miseria del pecado nos aparta de Dios. Recuerda siempre, que Dios detesta el pecado, pues es contrario al amor, pero ama profundamente al pecador.

Por otro lado, debemos quitar de nuestro vocabulario y de nuestra cabeza, el decir: “¿es válido?”. Para Dios, que es Padre, todo acercamiento con él no se mide en términos de validez, sino de amor. ¿Podrías acaso pensar en tener un diálogo con tu papá que no fuera “válido”? Es absurdo. Podrán en dialogo no estar de acuerdo, pero seguramente que, si ha habido amor y apertura, los dos se habrán enriquecido.

Oremos, como dice el Señor para no caer en tentación (Mt 26, 41), para no pecar; pero si pecamos sepamos que tenemos un Dios lleno de misericordia que nos estará esperando en la oración para fortalecernos y consolarnos, y en el sacramento de la reconciliación para perdonarnos.