INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre. Como era (Aleluya).

HIMNO


PASCUA25


Salmodia

ANTÍFONA 1
Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Aleluya.

Salmo 48 I
VANIDAD DE LAS RIQUEZAS

Oíd esto, todas las naciones,
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y me acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Se dice Gloria al Padre.

Se puede repetir la antífona
Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Aleluya.

ANTÍFONA 2

El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.

Salmo 48 II

Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:

son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Se dice Gloria al Padre.

Se puede repetir la antífona
El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.

ANTÍFONA 3

Tuyos son, Señor, el poder y la riqueza, la fuerza y la gloria. Aleluya.

Ap 4, 11; 5, 9-10. 12
HIMNO A DIOS CREADOR.

Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria,
el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y por tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Se dice Gloria al Padre.

Se puede repetir la antífona
Tuyos son, Señor, el poder y la riqueza, la fuerza y la gloria. Aleluya.


LECTURA BREVE

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: "No te extrañes de que te haya dicho: 'Tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu". Nicodemo le preguntó entonces: "¿Cómo puede ser esto?"

Jesús le respondió: "Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna".


RESPONSORIO BREVE

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, Aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, Aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, Aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Antífona
¿Verdad que nuestros corazones ardían dentro de nosotros, mientras nos hablaba Jesús en el camino? Aleluya.

Cántico de la Santísima Virgen María
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Se dice Gloria al Padre.

Se puede repetir la antífona.
¿Verdad que nuestros corazones ardían dentro de nosotros, mientras nos hablaba Jesús en el camino? Aleluya.

PRECES

Invoquemos a Cristo, que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo, y digámosle:
-Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.

Señor Jesús, de cuyo costado abierto salió sangre y agua,
-haz de la Iglesia tu Esposa inmaculada.

Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, al confesarte su amor, el cuidado de tus ovejas,
-concede al papa N. un amor ardiente y un celo apostólico.

Tú que concediste una pesca abundante a los discípulos que pescaban en el mar,
-envía operarios que continúen su trabajo apostólico.

Tú que preparaste a la orilla del mar el pan y los peces para los discípulos,
-no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro Maestro: Padre nuestro.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, haz que sepamos anunciar al mundo la victoria de Cristo resucitado y, ya que nos has dado la prenda de su obra redentora, concédenos llegar a poseer plenamente los dones prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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