Primera Lectura

Filipenses 2, 5-11

Hermanos:
Tengan los mismos sentimientos
que tuvo Cristo Jesús,
el cual, siendo Dios,
no consideró que debía aferrarse
a las prerrogativas de su condición divina,
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la condición de siervo,
y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo
y por obediencia aceptó incluso la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.

Meditatio

Uno de los más antiguos himnos litúrgicos que la Iglesia ha recogido sobre la persona de Jesucristo es el que nos transmite san Pablo en esta carta, y que pone como modelo para la vida de la comunidad con las palabras: "Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo". Qué palabras más profundas y qué invitación tan clara a dejar de lado nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra vanidad y autosuficiencia.

Este mensaje nos viene muy bien a todos, pero de manera especial a aquellos que estamos acostumbrados a hacer uso de nuestros "privilegios" como sacerdotes, padres de familia, hermanos mayores, jefes, políticos; pues nos hace ver que es precisamente la renuncia a estos "privilegios" la que permite que sea Dios el que nos dé la verdadera honra.

Es una invitación clara a ser servidores de aquellos a los que consideramos "inferiores" a nosotros, y a reconocer que es precisamente en ese servicio en donde se encuentran al mismo tiempo la verdadera gloria y la paz. Estas palabras de san Pablo nos dan de nuevo la oportunidad de reconocer, que no soy mejor que los demás, y que si Dios me ha concedido alguna "dignidad" o "cargo" en la sociedad o en la familia, esto ha sido para que desde ahí sirva mejor a los que dependen de mí.

Oratio

Señor, dame de tu humildad, de tu capacidad de abajarte aún siendo Tú nuestro creador, dirígeme al trato cálido y al servicio de aquellas personas que normalmente me sirven.

Actio

Hoy buscaré a alguna persona que normalmente me sirva y de algún modo le prestaré un servicio con amor.




Evangelio

Escúchalo aquí

 

Lucas 14, 15-24

En aquel tiempo, uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: "Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios".

Entonces Jesús le dijo: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. Uno le dijo: "Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me disculpes". Otro le dijo: "Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes". Y otro más le dijo: "Acabo de casarme y por eso no puedo ir".

Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el Señor se enojó y le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y a las calles de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos".

Cuando regresó el criado, le dijo: "Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay lugar". Entonces el amo respondió: "Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete"".

Reflexión

Es curioso la seguridad que muestran algunos de nuestros hermanos bautizados creyendo que, porque van a misa los domingos, tienen ya asegurada la vida eterna.

Consideremos lo que Jesús nos dice en otro pasaje: "No todo el que me diga Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre". Es decir, Jesús nos invita a vivir conforme al Evangelio que incluye, por supuesto, participar de la Eucaristía y a llevar una vida que testifique nuestro cristianismo.

Hoy nos dice que no se valen las excusas, éstas pueden ser magníficas, pero en la vida del Reino lo que importa es la respuesta a esta invitación. Pensemos si no le estaremos dando excusas al Señor para no vivir la radicalidad que nos exige el Evangelio.