Primera Lectura

Amós 7, 10-17

En aquel tiempo, Amasías, sacerdote de Betel, le envió este mensaje a Jeroboam, rey de Israel: "Amós está conspirando contra ti en Israel y el país ya no puede soportar sus palabras, pues anda diciendo que Jeroboam morirá a espada e Israel saldrá de su país al destierro".

Amasías le dijo a Amós: "Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino".

Respondió Amós: "Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: 'Ve y profetiza a mi pueblo, Israel'. Y ahora escucha tú la palabra del Señor. Tú me dices: 'No profetices contra la casa de Israel. No vaticines contra la casa de Isaac'. Pues bien, esto dice el Señor: 'Tu mujer será deshonrada en plena calle; tus hijos e hijas morirán a espada; tu tierra se la repartirán los vencedores; tú mismo morirás en tierra pagana e Israel será desterrado lejos de su país'".

Meditatio

Es increíble la obececación que manifestamos frecuentemente con el Señor. Nos perdona, nos habla, nos invita, nos reprende y aun así, continuamos con nuestra actitud de rechazo a su palabra y a su amor. El rey Jeroboam, en lugar de buscar la conversión de su pueblo, y con ello la salvación de éste, prefiere oír las voces del mundo y rechazar al profeta de Dios.

Esta es muchas veces nuestra actitud. En lugar de cambiar nuestra vida, preferimos hacer a un lado al Dios que me estorba, que no me permite vivir la vida como yo la deseo, que frena y me echa en cara mis pecados con el fin de que me vuelva a él.

Preferimos escuchar las voces del mundo y no las del Evangelio, las voces que vienen desde los medios de comunicación, en lugar de aquellas que vienen de nuestros pastores. Aún en los anuncios proféticos realizados por visionarios, nos gusta quedarnos con el fenómeno (que siempre es atractivo), en lugar de convertirnos y volvernos a Dios.

Cambiemos nuestra actitud ante el Dios de la misericordia, ante el Dios del perdón; recordemos que su corazón está siempre abierto para los que se arrepienten y se vuelven a él.

Oratio

Señor Dios y Padre de bondad que perdonas siempre al hombre que se arrepiente de sus faltas y pecados, perdónanos a nosotros, tus hijos que, sabiendo de tu infinita bondad y compasión, hemos preferido alejarnos de ti, para hacer cuánto hemos querido, apartándonos de ti y de tu gracia; ayúdanos a ser dóciles a tu Espíritu para que seamos dignos de tu amor compasivo y obedientes en nuestro diario vivir.

Actio

Dedicaré un minutos de mi tiempo antes de llevar a cabo mis acciones importantes, para descubrir si estoy siendo dócil a Dios y a su voluntad.




Evangelio

Escúchalo aquí

 

Mateo 9, 1-8

En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a Cafarnaúm, su ciudad.

En esto, trajeron a donde él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados".

Al oír esto, algunos escribas pensaron: "Este hombre está blasfemando". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir 'Se te perdonan tus pecados', o decir 'Levántate y anda'? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, "le dijo entonces al paralítico": Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".

Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.

Reflexión

En este pasaje Jesús nos hace ver la importancia de la comunidad en nuestra vida de conversión.

Nos encontramos con un hombre que por sí solo no podía llegar hasta Jesús. Son sus amigos quienes han hecho posible que tuviera este encuentro. Cada uno de nosotros puede ser el instrumento para llevar a Jesús a aquellos que están impedidos para hacerlo. Y cuando me refiero a "impedidos", este impedimento no tendría que ser forzosamente físico. Hoy nos encontramos con tantos hermanos que, debido a una falta de formación religiosa o a experiencias negativas en su vida de fe, se encuentran "inválidos", de manera que no pueden caminar hacia una conversión profunda.

Invitarlos con frecuencia a nuestras reuniones de oración, a nuestras asambleas, a un retiro, a una plática religiosa, a ir a misa con nosotros. En una palabra, facilitarles el camino hacia Jesús, es mostrarnos verdaderamente como amigos, como hermanos, como apóstoles en el sentido auténtico de la palabra.

Creo que no hay una experiencia más gratificante que el llevar a una persona al encuentro con Jesús, de manera particular al sacramento de la confesión, en donde él escuchará, como este paralítico: "Ten confianza hijo, tus pecados te son perdonados", lo que le permitirá levantarse y caminar hacia la Luz.