Primera Lectura

Génesis 14, 18-20

En aquellos días, Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios altísimo y bendijo a Abram, diciendo: "Bendito sea Abram de parte del Dios altísimo, creador de cielos y tierra; y bendito sea el Dios altísimo, que entregó a sus enemigos en tus manos".

Y Abram le dio el diezmo de todo lo que había rescatado.

Meditatio

Este pasaje nos habla de cómo ya desde el Antiguo Testamento Dios preparaba para nosotros un banquete que al mismo tiempo es ofrenda sacrificial incruenta. En este día en que la Iglesia celebra el Cuerpo y la Sangre de Cristo, qué importante es darnos cuenta de que el sacramento que nosotros hoy tenemos a nuestro alcance hoy, había sido propuesto en figuras desde hace miles de años. Es, sin lugar a dudas, un inmenso regalo de Dios y es un regalo que nosotros tenemos hoy diariamente en nuestros altares. No es privilegio de algún lugar o de algún pueblo.

La Eucaristía está al alcance de todos los cristianos. Si bien es cierto que se necesita estar en gracia para recibirlo, es decir, no haber pecado gravemente, la realidad es que este estado ha de ser el habitual para nosotros y así podernos acercar todos los días, si fuera posible, o con la frecuencia que se nos permita. A pesar de esto, vemos que no todos lo valoran. De hecho, la fiesta que hoy celebramos fue instituida en el siglo XIII, entre otras cosas, para fomentar el culto a las sagradas especias particularmente al Cuerpo de Cristo, que desde entonces empezó a tener fuerza en las procesiones como las tenemos hoy, para que el mundo viera que nosotros los cristianamos verdaderamente reconocemos en la sagrada forma el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Hoy es muy importante que el pueblo valore de nuevo la Adoración Eucarística y que se acerque con mayor frecuencia a este sacramento que, como nos lo dijo Jesucristo, es realmente comida y bebida que dan vida ya que nos dice: "El come mi carne y bebe mi sangre no morirá para siempre y yo lo resucitaré". Busquemos promover entre nuestros familiares, amigos, especialmente los alejados, la participación frecuente en la Eucaristía y la recepción amorosa y reverente del Santísimo Sacramento.

Oratio

Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión, concedénos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.

Actio

El día de hoy dedicaré un rato a adorar el Santísimo Sacramento después de la procesión eucarística.


Com-Conf 001 Liturgia Medio


Evangelio

Escúchalo aquí

 

Lucas 9, 11-17

En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos.

Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle: "Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario". Él les contestó: "Denles ustedes de comer". Pero ellos le replicaron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente". Eran como cinco mil varones.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta". Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente.

Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

Reflexión

Dentro de la teología de Lucas, este pasaje de la multiplicación de los panes viene a ilustrarnos cómo es que de un pan puede dar de comer a una multitud. Es interesante que, a pesar de ser varios panes, Jesús lo parte. Con ello nos muestra, antes de la Última Cena, cómo Jesús es el pan que se parte y se comparte.

En la Cena de Pascua, para instituir la Eucaristía, Jesús repite este signo de partir el pan, pero ahora ya no es pan sino que es su cuerpo. Por ello al comulgar participamos todos del mismo cuerpo de Cristo y en cada hostia, en cada fracción de pan, se nos da la comida completa, el Cristo total, por ello es una comida que sacia.

No es como la "comida" que nos ofrece el mundo y que solo nos vacía y causa indigestión. La Eucaristía, el pan partido y compartido, es la única comida capaz de darnos la plenitud y saciar nuestras ansias de eternidad y de amor. Cuando el hombre no se alimenta de este Pan, siempre está insatisfecho, en búsqueda y, no pocas veces, equivoca la comida y termina envenenado con lo que el mundo nos ofrece.

Es, pues, necesario revisar y tener cuidad en el alimento que le damos a nuestra alma (cine, televisión, revistas, radio, etc.). Recordemos que la Eucaristía es el pan que nos da la vida Eterna y que solo en Cristo encontraremos el camino, la Verdad y la Vida.

Busca alimentarte bien pero, sobre todo, busca alimentarte santamente del Pan que da la Vida de ese pan que se Parte y se comparte: Jesucristo nuestro Pan.