Evangelio

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Marcos 3, 20-21

En aquel tiempo, Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo, pues decían que se había vuelto loco.

Reflexión

Este pasaje nos muestra lo incomprensible que puede ser nuestra vida cuando nosotros la vivimos radicalmente en el Señor. Jesús que lo único que ha hecho hasta ahorita es servir y sanar a la gente que sufre, es mal entendido por sus propios parientes, hasta el grado de pensar que está fuera de razón o, como dice una gran biblista: "Se le pasó la mano". Y es que el Evangelio es así: "incomprensible para los que no lo viven radicalmente".

La gente nos llama fanáticos porque vamos a misa todos los domingos, porque buscamos confesarnos cada mes, porque no permitimos que se digan malas palabras en la casa; en una palabra, porque queremos que la Palabra de Dios sea una realidad en nuestra vida y en nuestro ambiente. Sin embargo, no por eso debemos cambiar nuestra postura, como lo demostrará Jesús. Para él, siempre lo más importante fue hacer la voluntad de su Padre, aunque en ello pusiera en juego su vida y su aceptación social y familiar.

Nosotros también debemos mantenernos firmes ante la incomprensión de nuestra gente. Para nuestro mundo que vive lejos de Dios, no es fácil entender qué pasó con aquella persona que no iba ni a misa y que vivía de una manera mundana y que, de pronto, su vida da un giro de ciento ochenta grados. "Seguramente se volvió loco, y más porque ahora todo lo quiere resolver con la ayuda de Dios, pobre". Oremos por ellos, para que Dios les permita ver la Luz del Evangelio y ordenar su vida para que la puedan vivir con alegría y paz que sólo viene de Dios.