La Oración

Pbro. Ernesto María Caro

Pregunta:

Padre: Tengo una duda. Pertenezco a un grupo de intercesión y no sé bien a que se refiere esto pues las explicaciones que me han dado me han confundido. Esto hace, quizás que se me haga muy larga la oración (una hora y media) pues después de un ratito de orar ya no sé qué decir. Espero su respuesta gracias.

Respuesta:

Querida hermana empezaré diciendo que la oración de intercesión es una oración muy importante dentro de la espiritualidad de la iglesia pues son el sostén de toda la vida activa de aquellos que están llamados al trabajo pastoral. Es además una forma de oración en la cual se unen una serie de personas para orar por la misma intención, ordinariamente de la misma iglesia o de algún hermano en particular. Esta oración la hacemos todos de manera ordinaria cuando alguien nos pide que oremos por esa persona en concreto.

Ahora bien, en un grupo, esta oración se eleva a Dios en nombre de la persona o de la necesidad que se nos ha pedido. Es, sin embargo, como todas las oraciones de la iglesia, una oración en la que puede haber diferentes momentos, como son el de alabanza, el de agradecimiento y el de petición. Estos tres momentos se van alternando. La diferencia, quizás que tendría en relación a las demás oraciones, es que en todo momento se busca comulgar con la intención con la que se está orando. Así al alabar, lo que hacemos es bendecir y glorificar a Dios por los dones y gracias recibidas por esa persona por quien se intercede; al pedir nos unimos a quien está pidiendo, buscando incluso sentir con la misma persona; finalmente, al agradecer se agradece el favor que sabemos por la fe que se recibirá (aunque no siempre sea de la manera o magnitud que lo desearíamos).

Si a esta dinámica agregamos la de escuchar a Dios por medio de su palabra para poderle dar una palabra (de Dios) a quien nos ha solicitado la oración, el tiempo de una hora y media es limitado. Conozco grupos de intercesión que duran jornadas completas orando por necesidades específicas. Recuerda lo que Jesús nos propone en el ejemplo de una viuda que acudía incesantemente al juez para que la escuchara, y así el juez terminó oyendo su súplica. De igual manera lo hace el Señor con aquellos que no dejan de llamarlo y de pedirle (Lc 18, 1-8).

Pídele al Señor que te regale el don de orar por los demás, pues toda oración es un don.