Santidad

Pbro. Ernesto María Caro

Todos estamos llamados a vivir la santidad, que no es otra cosa que dejarse conducir por el Espíritu, para cumplir la voluntad de Dios viviendo de acuerdo al evangelio. Para comprobar que esto es posible y que el camino se nos haga más sencillo, Dios nos ha dado o dejado a lo largo de la historia modelos. El mejor y más perfecto es María Santísima, que encierra en sí misma el culmen de la perfección a la que un hombre puede llegar en esta tierra. También ha querido dejarnos otros modelos que van trazando diferentes caminos por los cuales se puede llegar a la perfección cristiana.

Diferencia entre Santo y Beato

La diferencia entre un “beato” y un “santo” es que si su modelo de santidad es propuesta para toda la iglesia será llamado “santo”, y si lo es sólo para una región o para un cierto grupo de personas, será llamado “beato”. Ahora bien, para llegar a definir si deben o no ser propuestos a la iglesia como modelo de santidad, se debe seguir un proceso que se conoce como “proceso de canonización”. Este es un proceso largo en el que es necesario, por una parte comprobar la santidad de vida, la cual debe haber sido vivida de una manera heroica y ejemplar; y por otro lado, la confirmación de parte de Dios de que tal persona debe o puede ser modelo de santidad. Esto último se realiza pidiendo a Dios un signo “sobrenatural” (milagro) concedido por la intercesión de la persona que se ha de canonizar. Es decir, una vez comprobada la heroicidad de las virtudes de la persona, se le declara: “siervo de Dios”, a continuación se pide a la comunidad que ruegue a Dios, que por la intercesión de esta persona se obtenga una gracia sobrenatural. Un comité de médicos y teólogos examinan los casos y una vez comprobado que gracias a la intercesión de la persona en vías de beatificación se obtuvo la gracia, el proceso se completa y la persona puede ahora ser declarada “beata”. Para ser declarada “santa” se pide a Dios otros dos signos milagrosos como testimonio.

La vida de los santos

Una de las principales fuentes de la espiritualidad cristiana, además de la lectura de la biblia es la “lectura espiritual”. La lectura de la vida de los santos ha sido fuente de profundas conversiones, como en el caso de San Ignacio de Loyola, el motor que lo movió a alcanzar la más alta de las santidades. Leer los escritos de los santos, son una verdadera invitación a la perfección. En ellos encontramos el camino por el que Dios los fue conduciendo a la santidad, caminos que no fueron sencillos, por lo que son verdadera luz para nuestra propia experiencia espiritual. En muchos de ellos encontramos consejos, máximas, avisos, experiencias. Entre los clásicos que no deberían faltar en nuestras bibliotecas, y que son y han sido fuentes de vida espiritual están:

“La vida devota” de San Francisco de Sales;
“Historia de un alma” diario espiritual de Santa Teresita del Niño Jesús.

Para quien quiere ir más profundo en la vida de intimidad con Dios se recomiendan las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz.

Un libro que hoy en día puede ser de mucho utilidad para la vida cristiana, a pesar de haber sido escrito hace ya más de 400 años, es: “El combate espiritual” de Lorenzo Scupoli.

“La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el por qué y el cómo de la vida cristiana, para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente se hace con la ayuda de algún libro, que a los cristianos no les falta: las Sagradas Escrituras, especialmente el evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, los escritos de los Padres espirituales, las obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del “hoy” de Dios” CIC 2684