Perturbación

Pbro. Ernesto María Caro

El demonio, aunque tiene permiso de Dios para interferir en nuestra vida, sólo lo tiene de manera restringida. Puede actuar de tres maneras. Por medio de la tentación, la cual es el modo ordinario en que actúa, proponiendo a nuestra voluntad acciones y pensamientos contrarios a la voluntad de Dios. En ella, su acción es totalmente exterior y todos somos sujetos de ella. La segunda forma en que actúa es lo que se llama perturbación. Ésta es ya una acción directa del demonio que puede afectar diferentes aspectos de nuestra vida, incluida nuestra misma salud. Su acción es exterior pero tiene ahora acceso a nuestra propia persona. Para ello, el hombre debe exponerse a su acción y el demonio obtener un permiso especial de Dios. Finalmente está la posesión que es una acción interior del demonio mediante la cual tiene acceso a todo el cuerpo de la persona. Para ello, no solamente debe haber elementos que hayan inducido a la posesión, sino una “aceptación” de parte de la persona (aunque a veces se da esta aceptación mediante engaños del mismo enemigo) y un permiso especial de Dios (que difícilmente le da). La fe es nuestro escudo y la oración nuestra mejor protección.

“El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque su acción cause graves daños - de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física - en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero “nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8, 28)”. CIC 395